Hiere la noche
al gesto indeciso del lápiz
a su cuerpo obeso.
Hiere con su boca oscura
las escondidas cicatrices del ahora
el amplio y desordenado terreno que soy
el ruido que mi fe provoca en las estrellas.
Tal vez mañana
la luz maquillada de alguna luna
acaricie con dulzura
el estribillo que crece en mi pelo
y siembren las palabras
tanto campo por decir.
Tal vez el intimo acercamiento
la incursión en el misterio
que grita color en mis ojos
que exhala calor de mis poros
deje al fin
hoja de otoño
de morir.
miércoles, 28 de julio de 2010
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